Nuestro peor enemigo: la expectativa. Las cosas son como son, no como queremos que sean. La expectativa siempre me ha jugado en contra. Soy muy perfeccionista y siempre espero que las personas y situaciones sean perfectas. Es un demonio con el que lucho a diario porque me causa mucha impotencia, frustración y, eventualmente, decepción. Fue hace poco que entendí que las expectativas que tengo solo pertenecen a un mundo de fantasía en el que todo es perfecto pero irreal. Entendí que idealizar todo lo que me pasa no me lleva a nada positivo; al contrario, me aleja de la pureza imperfecta de las cosas y no me permite valorar la realidad y sus locas formas de ser. La expectativa menosprecia la belleza de la vida. Nos hace ver todo como si fuera “menos” de lo que es porque en la mente tenemos la “perfección”...pero la perfección no existe.
Tratando siempre de eliminar el filtro de la expectativa de mis ojos, mente y corazón y dejarme sorprender por la pureza imperfecta de las cosas, personas, situaciones. Qué tan más en calma y felices viviríamos sin esperar la perfección? (Una reflexión y un dibujo que hice para no olvidarme de esta lección. Lo escribí hace tiempo pero recién me atrevo a compartirlo con ustedes. Todos tenemos nuestras batallas internas.)
Ale